Quizá cada que usted lee algún texto, ya sea un libro, periódico, revista o algo parecido, que tenga alguna falta de ortografía se preguntará quién habrá sido el culpable. En casos como este en donde los errores se hacen evidentes en miles de copias reproducidas, se recuerda la labor del corrector de estilo, aquel que pasa horas y horas tras un texto revisando que esté escrito correctamente y que tenga una escritura gramatical lógica.
En el texto titulado “Correctores de estilo” publicado en la revista Quehacer editorial, Camilo Ayala Ochoa destaca la función de estos personajes, la cual pasa inadvertida a menos de que algún error los ponga en evidencia. Además que plantea algo que me parece fundamental y que desde mi punto de vista dificulta esta tarea, el hecho de respetar al autor, es decir, no alterar las ideas de éste y no cambiar el sentido en el momento de corregirlas.
La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), como editora de libros tiene un tiraje anual que sobrepasa el millón y medio de ejemplares, según lo señala Ayala Ochoa, por lo que se sitúa como una institución que forma además de estudiantes, a editores, correctores de estilo, diseñadores y traductores, ante tal cantidad de textos editados.
Alejandro Zenker en el texto “Día del corrector: de cómo se puede vivir sin correctores, pero qué siguen siendo imprescindibles” señala que con el desarrollo de la tecnología y la rapidez para la publicación de un libro, la labor del corrector se ha devaluado. Actualmente se escriben enormes cantidades de textos y tal parece que no alcanzan correctores de estilo para corregirlos, si bien la tecnología los ha ayudado a su labor, no la sustituye.
Bibliografía:
Ayala Ochoa, Camilo, "Correctores de estilo", en Quehacer editorial, núm. 8, p. 7 - 22.
Zenker, Alejandro, "Día del corrector, de cómo se puede vivir sin correctores, pero por qué siguen siendo imprescindibles" en Quehacer editorial, núm. 8, p. 23 - 27.